Por Fernández Díaz ( de La Nación 20/09/2020)
Los argentinos llevamos más de 6 meses de confinamiento, y nos sentimos encerrados en una celda hermética, dentro de una cárcel rigurosamente vigilada, que se ubica en una nación tomada por desquiciados y decadentes. Que quieren aprovechar nuestro encierro para imponernos un régimen precapitalista (feudal) donde todos seamos parejamente pobres menos la reina y sus halcones, y que acaban de declararle la guerra cultural a la clase media, a la que pretenden demonizar y desvalijar con impuestos y otros saqueos. Late precisamente esa intención bajo el patológico empecinamiento en desacreditar el mérito, valor fundamental de hijos y nietos de inmigrantes que se esforzaron, se educaron o emprendieron a riesgo, compitieron con el cuchillo entre los dientes y cometieron el peor de los pecados: progresaron lejos de cualquier tutelaje caudillista en un país enamorado del fracaso que odia a las personas libres y medra con los resentidos. Confundir aquella gesta laburante, base de cualquier desarrollo, con el «individualismo» o la desigualdad de oportunidades es trampear el discurso para preparar el terreno y no asumir la realidad.El filósofo Miguel Wiñazki escribió que para el kirchnerismo «el mérito es reaccionario; el robo es revolucionario», sintetizando a la perfección los dos principales acontecimientos de la semana.
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