A lo largo de los años se han publicado montones de notas periodísticas sobre los oficios más raros y, en algunos casos, más desagradables del mundo. El colero que reserva el lugar en la fila, el probador de toboganes o de colchones, el evaluador de halitosis, el que testea comida para perros, el silletero de altura y la llorona de los velatorios son algunos ejemplos. Por obra y gracia de los histeriqueos de nuestras políticas económicas y de sus históricamente estruendosos fracasos, muchos argentinos se vieron obligados a salidas laborales impensadas teniendo en cuenta aquello para lo que se prepararon. Títulos habilitantes debieron ser guardados a la espera de ofertas de trabajos que se negaban a aparecer o cuya paga no tenía sentido comparada con las que se ofrecían por otros empleos de escasa demanda de inversión y formación académicas. El ingeniero se vio obligado a manejar un taxi; el filósofo atendió una librería; al sociólogo le dieron un cepillo y una rejilla en el lava autos, y el científico vendía helados mientras el arquitecto envasaba chacinados al vacío. Fueron todas salidas laborales honradas y legales como las que está forzando la pandemia. Hoy el abogado vende las pizzas que cocina; el biólogo trabaja de delivery; el psicólogo desactiva explosivos por Zoom; la azafata hace avioncitos; el cura, parkour, y la maestra, malabarismos. Todos, candidatos a ser reafiliados con gusto por la CGT y a ser cooptados por el gremio de camioneros, aunque no manejen ni el control remoto. Todos, menos el diputado Máximo Kirchner, a quien cuestionó con dureza Carlos Acuña: «Este muchacho -le asestó el mandamás del gremio de estaciones de servicio- no laburó en su vida y nos viene a decir cómo tenemos que actuar». Es un poco injusto Acuña, porque Máximo trabaja hoy de diputado nacional, que no es poca cosa para empezar a trabajar en un país como el nuestro donde la Justicia hace agua, el político hace justicia y el abogado hace política. Donde el ministro de Salud hace falsos pronósticos, la encargada de Seguridad hace la vista gorda, la virtual embajadora en Rusia se quedó haciendo mamushkas, el jefe de Gabinete hace chicanas, el jefe de gobierno hace concesiones y el gobernador de Buenos Aires hace tiempo.
Por Graciela Guadalupe (fuente La Nación)
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