No quiero volver a la normalidad. A la normalidad de un país sin rumbo en el cual se exalta la mediocridad y se condena la excelencia. A la normalidad de lo políticamente correcto en desmedro de lo justo, práctico y razonable. A la normalidad de una ignorancia inducida a través del adoctrinamiento en la educación, o del privilegio de quien cobra aun sin trabajar mientras otros son explotados arriesgándolo todo solo para subsistir. A la normalidad que premia a terroristas y delincuentes mientras castiga a quienes los combaten, a la normalidad de un país sin moneda, ni presupuesto, ni plan. A la normalidad de una patota sindical usufructuaria del apriete y la violencia, a la normalidad del ataque al periodismo pero no a su argumento, a la normalidad de tener que pedir permiso para circular y comerciar, a la normalidad de una dirigencia de oligarcas que enaltecen la pobreza pero que hipócritamente lucran extendiéndola, a la normalidad de una evasión impositiva que genera la riqueza de unos pocos pero la supervivencia de muchos, a la normalidad de unas Fuerzas Armadas sin armas, a la normalidad de irresponsables legislando sobre temas que desconocen. A la normalidad de dirigentes de doble discurso que hacen trampas y jugarretas pensando en la ventajita política en lugar de la grandeza de la Nación. A la normalidad de jueces indecentes que no fallan, fallando así a sus conciudadanos. A la normalidad de la impunidad de la que gozan quienes volaron la AMIA y quienes asesinaron al mismísimo fiscal que investigaba el atentado.A la normalidad de tener que vivir en un país donde pareciera que lo único que puede generar algún escándalo es la honestidad.
Miguel Gutiérrez Trápani Migutra@gmail.com (de La Nación )
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